La musica y las emociones

artículos sobre música y emociones

Ya sea que nos haga sentir maravillosos, nostálgicos, tristes o francamente sentimentales, la música nos hace *sentir*. Pero, ¿por qué las ondas sonoras que llegan a nuestros oídos se transforman en emociones reales, que se sienten en lo más profundo de nuestro ser? Un nuevo estudio intenta dar una respuesta…

Un nuevo estudio de la Universidad del Sur de California (USC) ha intentado responder a una de nuestras preguntas favoritas: ¿por qué la música nos hace sentir como lo hace? Desde la alegría invencible que nos produce el “Hoe Down” de Copland hasta la tristeza que nos invade con el “Lascia ch’io pianga” de Rinaldo de Händel, la música es capaz de despertar nuestras emociones más primitivas, aunque no se sepa muy bien por qué. Más información: Si esta música le pone la piel de gallina, es posible que tenga un cerebro especial >Pero antes de empezar a intentar averiguarlo, escuche la interpretación de la “Chacona” de Bach, una pieza con una de las aperturas más emotivas que existen, y concéntrese en lo que le hace sentir. ¿Se le acelera el corazón? ¿Siente que se le pone la piel de gallina al escuchar esos hermosos pero angustiosos acordes?

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Parece, pues, que las pruebas que apoyan que las emociones evocadas por la música son “reales” son sustanciales, a pesar de que no hay implicaciones obvias de objetivos, o necesidad de acción, de este estímulo principalmente estético. Scherer y Coutinho (2013) han argumentado que la música puede inducir un “tipo” particular de emoción -emociones estéticas- que se desencadenan por la novedad y la complejidad, más que por la relevancia directa para la propia supervivencia. La novedad y la complejidad son, sin embargo, características de los estímulos relevantes para la meta, aunque en el caso de la música no tengan importancia para la supervivencia del oyente. De la misma manera que los reforzadores secundarios se apropian de los sistemas fisiológicos de los reforzadores primarios a través de la asociación, es posible entonces que la música también pueda secuestrar el sistema emocional al compartir algunas características clave de los estímulos relevantes para la meta.

Esta propuesta ha recibido cierto apoyo empírico a través de la investigación que demuestra las respuestas fisiológicas máximas a los “eventos” psicoacústicos de la música (véase la Tabla 1). En general, los cambios en la excitación fisiológica -principalmente, escalofríos, frecuencia cardíaca o cambios en la conductancia de la piel- coincidieron con cambios repentinos en las características acústicas (como cambios en el volumen o el tempo), o eventos musicales novedosos (como la entrada de nuevas voces o cambios armónicos).

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Parece, pues, que las pruebas que apoyan que las emociones evocadas por la música son “reales” son sustanciales, a pesar de que no hay implicaciones obvias de objetivos, o necesidad de acción, de este estímulo principalmente estético. Scherer y Coutinho (2013) han argumentado que la música puede inducir un “tipo” particular de emoción -emociones estéticas- que se desencadenan por la novedad y la complejidad, más que por la relevancia directa para la propia supervivencia. La novedad y la complejidad son, sin embargo, características de los estímulos relevantes para la meta, aunque en el caso de la música no tengan importancia para la supervivencia del oyente. De la misma manera que los reforzadores secundarios se apropian de los sistemas fisiológicos de los reforzadores primarios a través de la asociación, es posible entonces que la música también pueda secuestrar el sistema emocional al compartir algunas características clave de los estímulos relevantes para la meta.

Esta propuesta ha recibido cierto apoyo empírico a través de la investigación que demuestra las respuestas fisiológicas máximas a los “eventos” psicoacústicos de la música (véase la Tabla 1). En general, los cambios en la excitación fisiológica -principalmente, escalofríos, frecuencia cardíaca o cambios en la conductancia de la piel- coincidieron con cambios repentinos en las características acústicas (como cambios en el volumen o el tempo), o eventos musicales novedosos (como la entrada de nuevas voces o cambios armónicos).

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La música tiende a llegarnos a un nivel profundo. Tanto si se trata de música triste, que nos ayuda a sentirnos identificados cuando pasamos por momentos difíciles, como de música alegre, que añade un impulso extra a nuestro paso, la música es increíblemente poderosa.

El Journal of Positive Psychology llevó a cabo un estudio en 2013 en el que se descubrió que los individuos que escuchaban música que podía clasificarse como alegre y optimista eran capaces de mejorar su estado de ánimo y su felicidad general en tan solo unas semanas.

A lo largo del estudio, se animó a los participantes a intentar mejorar su estado de ánimo, pero solo fueron capaces de encontrar el éxito cuando escucharon música más alegre. Las opciones musicales que se ofrecieron fueron Copland (alegre) frente a la más sombría Stravinsky.

Se descubrió que la música puede liberar dopamina en dos lugares principales del cerebro, el estriado dorsal y el ventral. Cuando uno tiene una experiencia placentera, como escuchar su canción favorita, estas zonas del cerebro se iluminan.