El fin de las ideologias

El fin de la ideología & ¿utopía? m

Nombrado por el Times Literary Supplement como uno de los cien libros más influyentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial, El fin de la ideología ha sido un hito en el pensamiento social estadounidense, considerado un clásico desde su primera publicación en 1962.

Daniel Bell postuló que las antiguas ideologías humanistas derivadas del siglo XIX y principios del XX estaban agotadas, y que surgirían nuevas ideologías parroquiales. En una nueva introducción a la edición de 2000, sostiene que, con el fin del comunismo, estamos asistiendo a una reanudación de la historia, a un levantamiento del pesado manto ideológico y al retorno de los conflictos étnicos y religiosos tradicionales en las numerosas regiones de los antiguos Estados socialistas y en otros lugares.

El fin de la ideología y el fin de la historia

El fin de la historia y el último hombre es un libro de filosofía política escrito en 1992 por el politólogo estadounidense Francis Fukuyama en el que sostiene que con el ascenso de la democracia liberal occidental -que se produjo tras la Guerra Fría (1945-1991) y la disolución de la Unión Soviética (1991)- la humanidad ha alcanzado “no sólo… el paso de un período concreto de la historia de posguerra, sino el fin de la historia como tal: Es decir, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como forma final de gobierno humano”[1] Para el libro, que es una ampliación de su ensayo “¿El fin de la historia?” (1989), Fukuyama se basa en las filosofías e ideologías de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Karl Marx, que definen la historia humana como una progresión lineal, de una época socioeconómica a otra[1][2].

Según Fukuyama, desde la Revolución Francesa, la democracia liberal ha demostrado repetidamente ser un sistema fundamentalmente mejor (desde el punto de vista ético, político y económico) que cualquiera de las alternativas[1].

Características de la ideología política

HAY ALGUNOS LIBROS QUE SON MÁS CONOCIDOS POR sus títulos que por su contenido. El mío es uno de ellos. Varios críticos, generalmente de izquierdas, señalaron el auge del radicalismo en los años sesenta como prueba de la tesis del libro. Otros vieron en la obra una defensa “ideológica” del pensamiento “tecnocrático” o del “statu quo”. Unos pocos, aún más ridículos, creyeron que el libro atacaba el papel de los ideales en la política. No se trata de nada de eso.

El marco del libro estaba fijado por su subtítulo, Sobre el agotamiento de las ideas políticas en los años cincuenta. Sin embargo, la última sección miraba al futuro. Tras observar que los jóvenes intelectuales de izquierda expresaban repetidas ansias de ideología, decía que las nuevas inspiraciones, las nuevas ideologías y las nuevas identificaciones vendrían del Tercer Mundo.

La farsa continúa. El profesor Quentin Skinner, en su introducción a un volumen de 1985 sobre la “Gran Teoría”, escribe sobre el “notorio título de Daniel Bell”, la afirmación de que “se había alcanzado el fin de la ideología”, que Skinner equipara con la creencia de que la filosofía política está acabada y que uno debería “seguir adelante… con la tarea supuestamente neutral en cuanto a valores de construir… teorías “empíricas” del comportamiento social…”.

La izquierda divina: una crónica

El “fin de la ideología” fue declarado por los científicos sociales tras la Segunda Guerra Mundial. Argumentaron que (a) las actitudes políticas de los ciudadanos corrientes carecen del tipo de estabilidad, consistencia y restricción que requiere la ideología; (b) los constructos ideológicos como el liberalismo y el conservadurismo carecen de potencia motivacional y de significado conductual; (c) no hay grandes diferencias de contenido (o sustancia) entre los puntos de vista liberales y conservadores; y (d) hay pocas diferencias importantes en los procesos psicológicos (o estilos) que subyacen a las orientaciones liberales frente a las conservadoras. Los ideólogos del fin del mundo fueron tan influyentes que los investigadores ignoraron el tema de la ideología durante muchos años. Sin embargo, las realidades políticas actuales, los datos recientes de los Estudios Electorales Nacionales de EE.UU. y los resultados de un paradigma psicológico emergente proporcionan una base sólida para volver a estudiar la ideología. Los estudios revelan que, efectivamente, existen diferencias políticas y psicológicas significativas que covarían con la autocolocación ideológica. Las variables situacionales -como la amenaza del sistema y la saliencia de la mortalidad- y las variables disposicionales -como la apertura y la concienciación- afectan al grado en que un individuo se siente atraído por los líderes, los partidos y las opiniones liberales frente a los conservadores. El análisis psicológico también es útil para entender la división política entre “estados rojos” y “estados azules”.