Guerra comercial trump china

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Lo que comenzó como una guerra comercial por las políticas económicas injustas de China ha evolucionado a una llamada guerra fría impulsada por ideologías diferentes. Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y China cayeron en picado en 2018 cuando la obsesión del entonces presidente estadounidense Donald Trump por el déficit comercial le llevó a imponer aranceles punitivos a China. A los aranceles les siguieron restricciones tanto al acceso de China a los productos estadounidenses de alta tecnología como a las inversiones extranjeras que implicaban problemas de seguridad, así como acusaciones de prácticas comerciales chinas desleales.

A pesar de las súplicas de la comunidad empresarial estadounidense para que se rebajen las tensiones, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha ampliado hasta ahora las políticas de su predecesor reforzando las alianzas antichinas y aplicando más sanciones. Biden caracteriza ahora el conflicto entre Estados Unidos y China como “una batalla entre la utilidad de las democracias en el siglo XXI y las autocracias”.

Pero la lógica en la que se basó la guerra comercial de EE.UU. era errónea, y las restricciones más recientes, de carácter político, son contraproducentes, dadas las perjudiciales consecuencias económicas a largo plazo para ambas partes. No obstante, hasta la fecha ha habido pocos indicios de que Biden vaya a cambiar de rumbo. Mientras tanto, los europeos pueden estar en mejor posición para entablar conversaciones productivas con China en materia de política económica.

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La balanza comercial de Estados Unidos pasó a ser muy deficitaria desde finales de la década de 1990, especialmente con China y otros países asiáticos. Esto ha ido acompañado de un ratio de ahorro relativamente bajo y de altos niveles de deuda pública y empresarial. Se sigue debatiendo sobre las causas y las repercusiones de este déficit comercial, así como sobre la naturaleza de las medidas necesarias para hacerle frente.

Los años 20 marcaron una década de crecimiento económico en Estados Unidos siguiendo una política clásica del lado de la oferta[2] El presidente estadounidense Warren Harding firmó el Arancel de Emergencia de 1921 y el Arancel Fordney-McCumber de 1922. Las políticas de Harding redujeron los impuestos y protegieron a las empresas y la agricultura estadounidenses. Tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas trajo consigo el acuerdo monetario de Bretton Woods, al que siguió la economía de las décadas de 1950 y 1960. En 1971, el presidente Richard Nixon puso fin a los vínculos de Estados Unidos con Bretton Woods, dejando a Estados Unidos con una moneda fiduciaria flotante.

A largo plazo, las naciones con superávit comercial suelen tener también un superávit de ahorro. En general, Estados Unidos ha desarrollado tasas de ahorro más bajas que sus socios comerciales, que han tendido a tener superávits comerciales. Alemania, Francia, Japón y Canadá han mantenido tasas de ahorro más altas que las de EE.UU. a largo plazo[3].

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Algunas partes de este artículo (las relacionadas con los detalles sobre el impacto del acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá sobre los aranceles y sobre la guerra comercial entre China y Estados Unidos) necesitan ser actualizadas. Por favor, ayude a actualizar este artículo para reflejar los eventos recientes o la nueva información disponible. (Octubre 2018)

Los aranceles de Trump son una serie de aranceles de Estados Unidos impuestos durante la presidencia de Donald Trump como parte de su política económica “America First” para reducir el déficit comercial de Estados Unidos cambiando la política comercial estadounidense de los acuerdos multilaterales de libre comercio a los acuerdos comerciales bilaterales. En enero de 2018, Trump impuso aranceles a los paneles solares y a las lavadoras de entre el 30 y el 50 por ciento[1]. En marzo de 2018, impuso aranceles al acero (25 %) y al aluminio (10 %) de la mayoría de los países[2][3] que, según Morgan Stanley, abarcaban un 4,1 % estimado de las importaciones estadounidenses[4]. En junio de 2018, esto se amplió a la Unión Europea, Canadá y México[3]. La administración Trump estableció y aumentó por separado los aranceles a los productos importados de China, lo que dio lugar a una guerra comercial[5].

últimas noticias sobre la guerra comercial entre estados unidos y china

Carnegie Endowment for International PeaceMercados financieros de ChinaResultadosCómo afectaron realmente los aranceles de Trump al mercado laboral de Estados UnidosUn reciente estudio sobre el comercio entre Estados Unidos y China concluye que las políticas comerciales de Trump le costaron a la economía estadounidense casi un cuarto de millón de empleos. Pero su obsoleta comprensión de los flujos comerciales acaba señalando a los responsables de la política comercial en la dirección equivocada. Un estudio de enero de 2021 encargado por el Consejo Empresarial Estados Unidos-China (USCBC) afirma que las políticas comerciales del ex presidente Donald Trump costaron a Estados Unidos 245.000 puestos de trabajo. Tal y como se recoge en una noticia de Reuters, el USCBC afirmaba que “una reducción gradual de los aranceles” podría ayudar a detener la hemorragia, al tiempo que argumentaba que un fracaso en este sentido conduciría a una pérdida de empleo aún mayor y a un crecimiento más lento.

Pero aunque hace tiempo que sostengo que el enfoque de Trump sobre el comercio perjudicó a la economía estadounidense más de lo que ayudó, esto se debe principalmente a que estas políticas comerciales se basaron en ideas obsoletas sobre cómo funciona el comercio y porque ignoraron las fuentes fundamentales de los desequilibrios comerciales de Estados Unidos. Como argumentamos Matthew Klein y yo en Las guerras comerciales son guerras de clases, los aranceles bilaterales sobre los productos chinos no hacen nada para cambiar las distorsiones de la renta en China que impulsaron al país a tener enormes superávits y a exportar sus deficientes niveles de demanda interna. Estos aranceles tampoco abordan los mecanismos que envían estas deficiencias de la demanda a las costas estadounidenses. Como resultado, incluso si los aranceles de Trump lograran reducir el déficit bilateral de Estados Unidos con China, simplemente harían que el déficit de Estados Unidos con el resto del mundo, junto con el superávit de China con el resto del mundo, aumentara al menos en la misma proporción.